FRAMED LANDSCAPES

2015, Satelite photography
Video projection
Drawing installation

Las nuevas tecnologías y la fotografía satelital nos acercan una visión de la tierra, su orografía, como espacio reconocible. El mapa ya no es una abstracción de figuras y colores en la que las fronteras son líneas continuas. En las fotografías aéreas mostradas en este proyecto, los territorios fronterizos están delimitados por la propia acción humana que, con el paso del tiempo, ha ido creando y dividiendo culturas, espacios sociales, trazando vías de comunicación, murallas, repoblando espacios naturales…

Cristina Ferrández es una artista multidisciplinar que observa nuestro entorno físico buscando esa dimensión que supone la creación de límites. En esta exposición, a través de diferentes series de postales de sus viajes físicos y virtuales, intenta hacernos partícipes de esta situación inestable. Los espacios a los que nos acerca la muestra son fronteras físicas entre países pero también entre sociedades. Se trata de los muros que las distintas culturas han levantado para evitar el tránsito y la comunicación, tan necesaria para la evolución humana. Como la gran muralla china, la única construcción humana que se puede ver desde el espacio exterior, estas fronteras se registran como barreras. En la partición del territorio, la civilización se refleja dramáticamente en la orografía de todo el planeta.
La división entre el Sáhara oriental y Mauritania, entre Tijuana (México) y San Diego (USA), o entre Israel y Cisjordania, ejemplificada en la muestra, no es solo política y cultural, también es física, marca una estética, un contraste. En las imágenes aéreas podemos contemplar en toda su plenitud, además del discurso geopolítico de enfrentamiento entre culturas, la diferencia entre lo organizado, lo especular, y la estética de lo indefinido.

Cristina Ferrández intenta concienciarnos de esta realidad a través de los medios visuales. Los espacios creados poseen una estética artística, al igual que la propia fotografía que capta la singularidad de este espacio que como un micro cosmos va creándose casi como una célula, multiplicándose para crear otras células. El territorio se manifiesta a través de sensaciones plásticas, de formas no aleatorias que tienen que ver con su crecimiento, su expansión física, social, política. Figuras que captamos a través del plano: el contraste entre los estructural y lo aleatorio, lo cambiante de la naturaleza, lo caótico de la construcción humana, todo forma parte del lenguaje visual. Existe en la obra de Ferrández un deseo de zaherir a la sociedad, de mostrar el mundo que vivimos. Como Otto Dix o Goya nos dice, si no lo veis os lo voy a mostrar para que lo veáis, eso sí, desde la estética de las imágenes.

Eduardo Lastres y Guillermina Perales
Comisarios

Cristina Ferrández nos habla de los límites, del límite terrestre que es lo que abarcamos con la mirada, o del límite que podemos plasmar con la cámara fotográfica o con el ojo de un satélite. Cristina Ferrández ha situado su mirada en el entorno físico que nos rodea, tanto en el paisaje urbano, al que a veces ha hecho alusión, como en el paisaje boscoso, marino…. El paisaje como metáfora del ser humano, como el lugar que habitamos, el espacio físico en el que proyectamos nuestra vida. Un espacio que nos sirve para recorrerlo, para vivirlo, pero también para entender nuestro mundo y a nosotros mismos. No es que la naturaleza se ocupe de nosotros, pues ella nos ignora, sino que somos nosotros los que tenemos que actuar sobre ella, contemplarla, entenderla y al mismo tiempo protegerla, con la que nos identificamos o de la que nos distanciamos. De estas secuencias visibles, temporales, vividas, da cuenta Cristina Ferrández, incluyéndose en ellas, siendo parte de ellas, pero al mismo tiempo hablándonos de la fugacidad de los instantes, de las sensaciones y cómo solo la mirada del arte nos puede desvelar esos momentos mágicos que la artista quiere vivir y hacer vivir. Pero no podemos olvidar que la mirada artística es una mirada cercana y lejana, a la vez, una mirada en la nos podemos regodear en lo material, en lo mínimo, o en la que ampliar nuestros horizontes, donde lo grandioso forma parte de nosotros como elementos creativos de esa realidad, de ese paisaje.

Una de las preocupaciones que yo entiendo que tiene Cristina es la de establecer una protección desde su cuerpo femenino hacia un entorno natural agresivo, a veces, misterioso, otras, un lugar para el juego visual, siempre.
Cristina quiere mirar el mundo desde la altura de un satélite, si pudiera, desde otro planeta, para percibir en su totalidad la magnificencia, la estética, que produce un cuerpo celeste, en este caso la tierra, al ser vista desde la gran distancia. Pero ha percibido, desde esa mirada externa, lejana, la existencia del muro en ese espacio natural. Ya los chinos construyeron, para que se viera desde el exterior, un muro de miles de kilómetros, con el que defenderse del extranjero, de lo imprevisible. Un muro defensivo pero, al mismo tiempo, separador, que ha dado espíritu y forma a los muros modernos, como el de Berlín, y aún más nuevos todavía, como los que surgen en todas partes del planeta, con esa idea de separación, de establecer la diferencia.
Europa se está llenando de muros. El mundo está lleno de muros, crecen, se están promoviendo porque existe una diferencia cada vez más marcada entre pobres y ricos. Fronteras que no son solo físicas, son religiosas, políticas, sociales, muros de hormigón, de alambrada de espinos, de minas antipersona, muros físicos donde se ve involucrada la gente, el pensamiento y la vivencia cotidiana de quienes viven con su presencia, mientras el resto del mundo los vemos construirse en las imágenes de las televisiones.
La representación de este paisaje, realizada por Cristina, busca ponernos delante esta realidad desde los conceptos del lenguaje artístico. El mapa del mundo ya no es un plano de formas y colores, las fronteras ya no son imaginarias, son físicas, tienen y generan una estética, una ética.

Eduardo Lastres