PASO DE GIGANTES

Sala Álvaro Delgado de Luarca 2015
Sala Borrón de Oviedo 2015

“Paso de Gigantes o la Biblia pauperum del despilfarro”.
Por Natalia Alonso Arduengo.

«El paisaje es un elemento clave del bienestar individual y social y su protección, gestión y ordenación implican derechos y responsabilidades para todos»

CONVENIO EUROPEO DEL PAISAJE

La ruina emerge como metáfora del fin de toda civilización. Los escombros son síntoma de decadencia y caída. También de nostalgia por un pasado que no va a volver. Constable, Turner, Piranessi, Paul Nash, Graham Sutherland, Tacita Dean… Son muchos los artistas que han visto en este elemento de despojo un motivo para la creación.

En Paso de Gigantes Cristina Ferrández presenta un progress to nowhere a través de fantasmagorías de hormigón que remiten a la historia como un paisaje en ruinas. Partiendo de las tesis de Walter Benjamin este proyecto reclama que el futuro no existe pues se sustenta en un progreso que nos aleja del paraíso perdido.

El Angelus Novus de Ferrández deambula entre escombros silentes producto de la metástasis estructural del sistema. La paradoja del caso es que estas ruinas ya nacieron como tales, no tuvieron una vida y un desarrollo, sino que emergieron muertas. Son ruinas prematuras o latentes de proyectos que nunca llegaron a ser algo y que generan, en palabras de la artista, “espacios de distorsión del paisaje”. Éstos se vinculan a una nueva estética de lo sublime cargada de tintes dramáticos, pues aquí ya no somos meros espectadores sobrecogidos por una naturaleza inabarcable, sino que somos actores de un paisaje que nos habla de un presente cargado de urgencia de futuros.

El crítico Brian Dillon, comisario de la muestra Ruin lust de la Tate Modern y fundador de la revista Parkett afirmó: “Las ruinas son un recordatorio de la realidad universal del colapso y la putrefacción, un aviso llegado desde el pasado sobre el destino de nuestra civilización, un ideal de belleza que resulta atractivo precisamente por sus defectos y fallos, un monumento a los caídos en una guerra antigua o reciente, la imagen precisa del exceso económico y el declive industrial”.

¿De qué nos hablan los cementerios de proyectos de Paso de Gigantes? Estas arquitecturas e infraestructuras inconclusas, deshabitadas o derruidas funcionan a modo de denuncia estética o Biblia pauperum del despilfarro que traduce la ausencia de unas políticas de ordenación territorial que respeten las características paisajísticas del entorno y su realidad social. Asimismo, ejemplifican una colosal e incongruente inversión de fondos públicos.

El paisaje habla del pasado de un territorio, de su presente y, en cierto modo, también anticipa el devenir futuro. Para Joan Nogué “el paisaje tiene una dimensión cultural, patrimonial e identitaria excepcional, sin que ello implique dejar de intervenir y de modificarlo. El paisaje, en efecto, es algo vivo, dinámico y en continua transformación, capaz de integrar y de asimilar con el tiempo elementos que responden a modificaciones territoriales importantes, siempre y cuando estas modificaciones no sean bruscas, ni demasiado impactantes, ni avasallen los elementos básicos que han dado continuidad histórica a aquel paisaje”.

Vivimos en los tiempos hipermodernos definidos por Gilles Lipovetsky. Tiempos de paradojas y de excesos, de tensiones entre lo local y lo global, de fricciones entre la naturaleza y el progreso, y de alteraciones en la concepción espacio-tiempo motivadas por la aceleración generalizada de todos y cada uno de los ámbitos del sistema. Una consecuencia directa son las transformaciones en la morfología de muchos paisajes que se producen de manera rápida, casi voraz y, por ello, difícil de asumir. El problema surge cuando estos cambios son tan radicales que cuestionan la identidad de muchos lugares. Se puede intervenir pero sin destruir. La raíz de la cuestión no está en la oposición al progreso ni en la apología a un paisaje prístino, sino en no echar a perder la fisonomía de un territorio ni rebajar su calidad estética.

El peligro de no amortiguar las intervenciones abrasivas en el medio puede dar lugar a “paisajes aterritoriales o paisajes en huelga” como ha definido el geógrafo Francesc Muñoz, o a “territorios sin discurso y paisajes sin imaginario”, como sostiene el ya citado Nogué. Es decir, escenarios de formas estandarizadas vinculadas al consumo, al negocio y a la especulación.

Si los no lugares de Marc Augé se han convertido con el devenir de los tiempos en espacios de pleno significado antropológico para determinados grupos sociales, ¿qué ocurre con los edificios sin uso, las autopistas sin coches y los aeropuertos sin aviones?, ¿qué lugar ocupan las infraestructuras y los edificios que presenta Paso de Gigantes?, ¿son los nuevos no lugares hasta que en su acontecer adquieran otros significados o simplemente vivirán como ruina hasta su desaparición?

La protección, gestión y ordenación del territorio implica derechos y responsabilidades. El Consejo de Europa elaboró en Florencia en el año 2000 el Convenio Europeo del Paisaje, un documento-declaración de intenciones que pretende poner en valor el papel relevante que el paisaje tiene y ha tenido en la formación, consolidación y mantenimiento de identidades territoriales. El Convenio se refiere a la “gestión de los paisajes” como a aquellas “acciones encaminadas, desde una perspectiva de desarrollo sostenible, a garantizar el mantenimiento regular de un paisaje, con el fin de guiar y armonizar las transformaciones inducidas por los procesos sociales, económicos y medioambientales”.

Las autoridades públicas competentes son plenamente responsables de llevar a cabo una gestión prudente en materia de políticas paisajísticas y de ordenación del territorio. Lamentablemente andamos escasos de sensibilidad paisajística y existe mucha mano larga y despilfarradora. Si «el paisaje es un estado del alma», como dejó escrito el pensador francés Henry-Fréderic Amiel, está claro que las imágenes que recoge Paso de Gigantes nos hablan de la existencia a nuestro alrededor de muchas almas sin ética ni estética.