INSTANTE ENTROPÍA

Museo Barjola
calle Trinidad 11
Gijón, Asturias
del 17 de Junio al 16 de Agosto de 2015

“'Instante Entropía': la redención de la escoria”.
Por Juan Carlos Gea.
(enlace al artículo en formato PDF)

Cristina Ferrández y David Herguedas ocupan el museo Barjola con 'Instante Entropía', un proyecto que explora “las propiedades físicas, energéticas y emotivas de la materia” inspirándose en el escorial de Cabo Negro.

Durante doce años, vagonetas de la factoría de Ensidesa en Avilés viajaron suspendidas de un cable a lo largo de kilómetros para soltar en el cercano Cantábrico su cargamento de escoria procedente de los altos hornos y las acerías: 340 contenedores de 1.600 litros cada uno, arrojando unas 760 toneladas por hora en las aguas someras de Cabo Negro hasta sumar unos dos millones de toneladas de restos industriales que las olas rechazaban de vuelta a la costa. Mucho más que suficiente para configurar un nuevo paisaje sobre el paisaje preexistente: un territorio gris y muerto, pero tan capaz de generar representaciones, significados y emociones como la naturaleza sepultada bajo los lodos siderúrgicos. De todo ello se alimenta Instante Entropía, el proyecto de Cristina Ferrández y Ciudadela Colectivo (el equipo que la artista alicantina afincada en Asturias forma junto a David Herguedas) que estos días ocupa el museo Juan Barjola.

Dos series fotográficas instaladas en la primera planta y una intervención en la capilla de la Trinidad que combina instalación y videoinstalación interactiva sirven a Ferrández y Herguedas para añadir un hito más a un trabajo interesado en el paisaje interpretado como territorio, como lugar complejo y cambiante donde se superponen y alteran mutuamente las acciones de la naturaleza y del ser humano. Como en trabajos anteriores suyos, la variedad de lenguajes artísticos sirve a una poética que hereda tanto un sentido romántico del paisaje, trascendente y profundamente conmovedora, junto a conceptos del land-art y una sutil sensibilidad ecologista.

La posición del altar

El centro de la exposición ocupa el que es también el lugar central de la capilla, el eje de fuerza bajo la vertical de la cúpula, la posición del altar. En una intensa penumbra, dramáticamente iluminada y rodeada de una capa de escorias que cubren la totalidad del suelo del recinto, destaca la presencia de una roca que en realidad no es tal. En sentido estricto, se trata de un conglomerado de los mismos materiales de desecho que anegan Cabo Negro y la capilla, como prolongación de ese territorio muerto. No ha sido, por tanto, la acción de la naturaleza sobre los componentes minerales del suelo la que ha configurado esa masa silenciosa y oscura, un residuo concreto de los procesos a los que ha sometido esos mismos materiales la actividad industrial.

Como el título de la exposición anuncia, Ferrández y Herguedas echan mano de uno de los conceptos más fecundos de la física, el de entropía, tomado muy frecuentemente en préstamo por otras disciplinas; también por el arte. La instalación se presenta como un episodio concreto, un instante, en un proceso en el que el uso de la energía para producir un determinado trabajo --la producción industrial-- genera un desorden creciente y lleva, a escala, a una situación análoga a la de muerte térmica que predicen las leyes de la termodinámica como estado final del universo. En éste, finalmente, la energía que se ha ido disipando a lo largo de los cambios se nivela y se hace homogénea en un equilibrio definitivo del que ya no pueden esperarse cambios.

Cabo Negro, sepultado bajo los restos de la actividad siderúrgica, sería una materialización a escala de esa tendencia entrópica en un escenario concreto y bajo una forma concreta del empleo de la energía por parte de los seres humanos. Los restos industriales cubren el paisaje natural y lo vuelven infecundo, frenando los procesos que tenían lugar en él, y convirtiéndose en una especie de purgatorio por el que deambulan las figuras fantasmales y dolientes que pueblan las fotografías de la serie. Conectado a ese concepto de fondo se presenta, como una especie de eco o contrapartida en otro punto del planeta, el paisaje desolado de Puerto Pirámides, un enclave ballenero abandonado en la costa patagona.

Pero el centro de esta muestra está en la roca sobre la que gira la intervención en la capilla de la Trinidad. Como la piedra de La tierra baldía de Eliot, no hay raíces que puedan aferrarse a esa “pétrea basura”, no hay ramas que puedan crecer en ella ni agua que pueda brotar de ahí: solo sombra. La cualidad sagrada que adquiere en su insólita ubicación ese inerte conglomerado de escorias se refuerza por la proyección del vídeo interactivo que ocupa todo el paño del altar, envolviendo su masa como un aura o un halo de energía que se activa y cambia con la presencia del visitante: una trama de geometrías vectoriales basadas en el paisaje muerto de Cabo Negro que de algún modo reactivan o incluso resucitan la potencia lo inerte.

Al margen de su puesta en escena sobre el impacto del ser humano en su medio, quizá lo más sugerente de Instante Entropía se halla en lo que encierra esa compleja operación de rescate, desplazamiento y, como los propios autores lo describen, redención. El trabajo artístico se convierte aquí en un procedimiento capaz de utilizar de nuevo como fuente de energía, como combustible, aunque en un nivel distinto --el de los conceptos, los símbolos, las emociones-- una materia desactivada, residual, desahuciada de todos los ciclos naturales. La carga que emite de nuevo esa roca que estaba destinada a pasar inadvertida para siempre en el limbo de una playa olvidada es, desde ese punto de vista, una inmejorable metáfora de los poderes del arte, de quien lo practica y de quien a él se acerca.